Según
tengo entendido, dentro de tres años, en diciembre
de 2009, el Instituto de Asuntos Internacionales de Japón
(IAIJ) habrá alcanzado un importante hito en su historia
cuando se cumpla el quincuagésimo aniversario de
su fundación. En el año 1959, cuando se crea
la IAIJ, yo me encontraba en mi primer año de carrera
en la universidad. Quizá porque sencillamente dedicaba
todo mi tiempo y energías a disfrutar de la vida
universitaria, la verdad es que tenía poco conocimiento
acerca de lo que Shigeru Yoshida hacía por aquel
entonces. Con toda seguridad, conocía mucho menos
de lo que sabía de él cuando en mi niñez,
le veía todos los fines de semana en Oiso. Pero ahora
soy consciente, querido Abuelo Yoshida, de que por aquel
entonces habías creado el IAIJ. Esta vez he tenido
la ocasión de darme cuenta de ello.
Hoy
me gustaría hablarles acerca de dos temas: “una
diplomacia de los valores” y “el arco de libertad
y prosperidad”. Estos dos temas serán las nuevas
bases sobre las que se asentará nuestra política
exterior. Aunque sean expresiones nuevas, les ruego que
recuerden estos términos cuando salgan de aquí.
La
base de la política exterior de Japón es la
consolidación de la Alianza EE.UU.- Japón,
además del estrechamiento de las relaciones con nuestros
países vecinos como China, la República de
Corea y Rusia. Por supuesto, no hay necesidad de repetir
todo esto aquí y ahora. Lo que sí me gustaría
decirles hoy es que, más allá de todo eso,
nuestra intención es añadir un nuevo pilar
alrededor del cual pueda girar nuestra política exterior.
En
primer lugar, está la “diplomacia de los valores”
que hará más hincapié en “valores
universales” como la democracia, la libertad, los
derechos humanos, el estado de derecho y la economía
de mercado, al mismo tiempo que promovemos nuestros esfuerzos
diplomáticos.
En
segundo lugar, se encuentran las jóvenes y exitosas
democracias que bordean el continente eurasiático
y cuya forma se semeja a la de un arco. Aquí es donde
Japón ha concebido su idea de crear un “arco
de libertad y prosperidad”. En verdad, considero que
debemos crear este arco.
Sé
que habrá quien piense “esto huele a una asimilación
de lo occidental”, que no conviene a Japón.
Sería como afirmar: “Díganle a ese hombre
que parece tan cómodo con sus geta (tradicionales
zuecos de madera japoneses) que no se esfuerce en caminar
por ahí vestido con un traje occidental”. Y
no faltará tampoco quien diga: “¿Desde
cuándo un país como éste, que sufrió
una derrota tan aplastante durante la guerra y causó
tanto daño dentro y fuera de sus fronteras, ha llegado
a tener de repente una “conciencia tan virtuosa”
que le permita ahora sermonear a los demás? Y sin
embargo, lo único que puedo contestar ante eso es
que no es normal creer que el reflejo de uno mismo en el
espejo sólo sea una imitación o una invención.
Se trata de un mal hábito ya que lo que uno ve cuando
se mira al espejo, es la realidad.
Hoy,
no me importa que se olviden de todo lo demás. Pero
puesto que Japón ya ha cumplido la mayoría
de edad, lo que necesitamos es librarnos de ese sentimiento
de vergüenza cuando vemos nuestra imagen reflejada
en el espejo. Hemos de ser capaces de contemplarla sin sentirnos
incómodos. Esa es mi manera de ver las cosas.
Por
regla general, la actitud más apropiada es la que
no está enraizada ni en la arrogancia ni en el servilismo
y, si consideramos las cosas sin prejuicios, despojándonos
de nuestras ideas preconcebidas, nos encontraremos con que
–por obvio que parezca— el Japón actual
es un país que actualmente está a merced de
unos acontecimientos que se han sucedido a lo largo de toda
su historia.
Para
que se desarrolle una democracia, se necesita de una larga
serie de experiencias y fracasos. En el caso de Japón,
lo que se dice habitualmente es que la democracia comenzó
con la Era Meiji, pero conceptos como el estado de derecho
o el cumplimiento de los contratos siempre se han dado en
Japón desde hace mucho tiempo. Hay un intenso debate
sobre lo que deberíamos considerar como el adecuado
punto de partida, como el de la Constitución de Diecisiete
Artículos que existía ya hace 1400 años,
o el código de Joei Shikimoku formulado hace unos
800 años durante la Era Kamakura.
Sin
embargo, lo que considero como un hecho de igual importancia,
fue el florecimiento de la cultura urbana que tuvo lugar
durante el período Edo. Por ejemplo, si nos fijamos
en el gremio de prestamistas de libros de la época,
parece ser que un sólo prestamista tenía más
de cien clientes. Siempre que se publicaba un título
nuevo, los prestamistas lo introducían en una bolsa
para llevarlo a sus clientes habituales. Estos clientes
que habían esperado con impaciencia, cortaban el
sello para abrir la bolsa y hacerse con la última
novedad. Casualmente, así es como se acuñó
la expresión japonesa fukiri —que significa
literalmente “corte del sello”— y que
designa a “la última novedad”. Hoy día,
aún seguimos utilizando esta palabra para hacer referencia
al estreno de una nueva película en el cine.
Gracias
a los anuncios impresos publicados dentro de los libros,
podemos conocer que el público lector abarcaba a
un amplio segmento de la población, desde los samuráis
hasta los habitantes de las ciudades con sus esposas e hijos.
Es más, no sólo fue éste un fenómeno
limitado a las ciudades de Edo, Kyoto y Osaka, sino que
al parecer hubo muchos prestamistas que llevaron sus mercancías
por todos los rincones del país. Habiendo un porcentaje
tan alto del pueblo llano que leía por diversión,
incluso en el período Edo, no es de extrañar
que en el Japón actual haya prosperado el manga.
En
cualquier caso, el Japón de la época Edo se
caracterizaba por ser una sociedad basada en la paz y en
la cordialidad. Hasta tal punto era esto así, que
podemos afirmar que incluso era algo inusual. Si tuviéramos
que explicarlo de otra manera, en términos actuales,
podríamos decir que en aquella sociedad existía
relativamente un “buen gobierno”. En el caso
de Japón, gracias a la existencia de esta base las
instituciones modernas han podido acoplarse fácilmente.
Así es como yo lo entiendo. Cuando se trata de la
libertad o la democracia, de los derechos humanos o el estado
de derecho, no existe ningún país que sea
perfecto en estos ámbitos. Pero si volvemos la mirada
hacia atrás en la historia y vemos cómo nuestro
país ha venido cumpliendo con estos valores universales,
podemos comprobar que Japón merece ser considerado
como un país veterano en esta materia.
Además
de esto, el Japón de la posguerra ha obtenido grandes
logros con su pacifismo, algo que nadie puede criticar.
Díganme, ¿en qué país del mundo
existe una organización como las Fuerzas de Autodefensa
de Japón, que en sus sesenta años de historia
no ha efectuado, no sólo un disparo de cañón,
sino ni siquiera de una bala?
En
la actualidad, tanto en Irak como en otras partes del mundo,
los integrantes de las Fuerzas de Autodefensa están
dando lo mejor de sí. Gracias a sus esfuerzos, la
imagen del japonés uniformado ha cambiado radicalmente.
Aquella imagen aterradora de los japoneses con uniforme
ha desaparecido y ha sido sustituida por la de un japonés
sonriente y entusiasta. A los japoneses se les considera
como personas que están para ayudar y trabajar codo
con codo con las gentes del lugar.
Pues
bien, con estos antecedentes históricos y estos logros,
cuando se habla de “valores universales” comunes
al mundo en general, o bien al hablar sobre democracia,
paz, libertad o derechos humanos, Japón ya no dudará
en manifestar sus opiniones. Esto es a lo que me refiero
al hablar sobre una “diplomacia de los valores”,
y las observaciones que hoy hago ante ustedes constituyen
tanto una declaración de nuestra capacidad como una
expresión de nuestra determinación.
A
continuación, me gustaría que se fijaran en
el borde exterior del continente Euroasiático, simplemente
siguiendo el recorrido de esa línea. Esta zona del
mundo ha sido testigo de grandes cambios desde el final
de la Guerra Fría, momento en el que se puso el punto
y final a la confrontación entre los dos bloques
antagónicos. Es en estos países donde esperamos
ayudar a construir “el arco de libertad y prosperidad”
del que hablaba anteriormente. Por ello, a continuación
me gustaría abordar este asunto.
Se
preguntarán ustedes ¿por qué no se
incluye África? o ¿acaso no es importante
Latinoamérica? Podrían argumentar ustedes
todo esto con el globo terráqueo en mano, pero tiene
su explicación.
Posteriormente,
en mis observaciones hablaré sobre esto con mayor
detalle. En una primera consideración, es nuestro
propósito estrechar la cooperación con la
UE y con la OTAN. Partiendo de esta idea, lo que de forma
directa nos viene a la mente es la franja de países
a los que me referí anteriormente que conforman una
especie de arco. Esta región incluye países
cuyos regímenes políticos están experimentando
grandes cambios tras el fin de la confrontación entre
los dos bloques. Mi declaración se refiere a que
deberíamos transformar esta región en un “arco
de libertad y prosperidad”. Naturalmente, la región
de Oriente Medio se encuentra también dentro de este
arco. Pero considero que para hablar de nuestra política
en Oriente Medio necesitaría otro discurso aparte
y por ello en esta ocasión no voy a entrar en detalles
sobre este tema. Concretamente, en estos momentos me vienen
a la mente países como por ejemplo, Camboya, Laos
y Vietnam, los países “CLV”, denominados
así según las iniciales de sus nombres.
Además,
está el ejemplo de los países que tienen una
enorme importancia por su capacidad de suministrar materias
primas al mundo, como los países de Asia Central
y los países de la región del Cáucaso,
como Georgia y Azerbaiyán. También tenemos
a Ucrania, país que visité el pasado verano
y cuya capital, Kiev, junto con otras ciudades importantes,
tienen esa atmósfera propia de las ciudades de las
grandes potencias mundiales. Japón trata de buscar
una interacción habitual con todos estos países,
por ejemplo, a través de los encuentros entre sus
ministros de asuntos exteriores. Gracias a estos encuentros,
nos ha sido posible comprender mucho mejor la situación
que existe en estos países.
Si
tuviera que expresarlo en una sola frase, diría que
muchos países se encuentran ahora en vías
de alcanzar la “paz y la felicidad a través
de la prosperidad y la democracia”. Y, como me gusta
afirmar, éste es exactamente el mismo camino que
Japón tuvo que recorrer tras la guerra y es también
la vía por la que los países de la ASEAN discurren
actualmente. Sin embargo, la democracia es una maratón
interminable y lo habitual es que la parte más difícil
sean aproximadamente los primeros cinco kilómetros.
En esta etapa inicial, las jóvenes democracias producen
una enorme cantidad de lo que podríamos denominar
“hormonas del crecimiento”.
Éstas
se pueden canalizar para la creación de un régimen
que sirva para la consolidación de una sociedad.
Pero durante estos primeros años, existe también
un impulso de destrucción.
En
modo alguno esto significa que esté acusando a nadie.
Hace un año, durante un discurso que pronuncié
sobre la política exterior en Asia, recordaba que,
tanto antes como después de la guerra, también
Japón atravesó muchas épocas en las
que el péndulo de los acontecimientos osciló
drásticamente y, tras superar esas experiencias,
es como el país alcanzó la estabilidad de
la que disfruta actualmente.
A
continuación, me gustaría comprometerme públicamente
en relación con estos países, hablando como
Ministro de Asuntos Exteriores de Japón. Desde ahora,
nuestro país Japón quiere comprometerse para
desempeñar el papel de corredor acompañante,
dentro de este amplio arco que se extiende desde el Nordeste
de Asia hasta Asia Central y el Cáucaso, Turquía,
Europa Central y Oriental, junto con los Países Bálticos,
para servir de apoyo a estos países que acaban de
empezar el recorrido de esta maratón de la democracia
que, verdaderamente, no tiene final.
Espero
que dentro de la vasta zona en la que se dibuja este arco,
las libertades y la democracia, las economías de
mercado, el estado de derecho y el respeto a los derechos
humanos puedan propagarse poco a poco, creciendo de la misma
manera que un simple arrecife se convierte en una isla para
transformarse más tarde en una cadena montañosa.
El objetivo de Japón consiste en contribuir a un
orden mundial tranquilo y pacífico, apoyando a estos
países en su andadura hacia el futuro.
Japón
es una de las principales potencias cuyos intereses vitales
están confiados a la estabilidad del sistema mundial.
Al buscar Japón sus tres principales cuestiones de
interés nacional, como son la propia supervivencia,
la estabilidad y la prosperidad, cualquier acontecimiento
que tenga lugar en el mundo, no debería de ser ajeno
para un país de la importancia de Japón.
Teniendo
esto presente, estoy plenamente convencido de que Japón
debería estrechar aún más sus lazos
con las naciones amigas que comparten las mismas opiniones
e intereses, tanto con Estados Unidos, Australia, la India,
como con los estados miembros de la UE y de la OTAN. Al
mismo tiempo, debemos trabajar conjuntamente con estas naciones
amigas con el fin de establecer y expandir este “arco
de libertad y prosperidad”.
Si
me permiten añadir aquí un pequeño
apunte, diría que por ejemplo las relaciones de Japón
con la India ciertamente son inferiores si se compara con
las que mantiene con China. Si nos fijamos en el tránsito
de personas entre nuestros países, podemos comprobar
que Japón y China tienen un flujo de 4,17 millones
de personas al año, mientras que Japón y la
India tan sólo alcanzan los 150.000. Asimismo, mientras
que en Japón estudian cada año unos 80.000
estudiantes chinos, solamente son poco más de 400
los estudiantes indios que estudian aquí. Además,
el número de vuelos directos entre China y Japón
alcanza ahora un total de 676 a la semana, mientras que
los vuelos directos entre la India y Japón se reducen
únicamente a 11. En vista de esto, creo que deberíamos
tomar medidas para cambiar radicalmente esta situación
en los próximos años.
Supongo
que ustedes habrán comprendido ya a lo que me refiero
cuando hablo de diseñar un “arco de libertad
y prosperidad”, pero se preguntarán ahora qué
es lo que hay que hacer para lograr ese empeño. Nada
de esto debería interpretarse como una mera postura
por parte de Japón de realizar algo para dejarse
notar sin ninguna clase de experiencia previa que respalde
su postura.
Hace
diez años durante la Cumbre de Lyon de 1996, Japón
anunciaba la iniciativa de la “Asociación para
el Desarrollo Democrático” o “ADD”
para abreviar, un nombre que le fue dado en aquella época
por el Ministerio de Asuntos Exteriores. La ADD constituyó
un medio de ayuda para las jóvenes democracias que
consolidaban sus mecanismos de gobierno.
Como
parte de esta iniciativa, Japón cuenta con un historial
de varios éxitos, tras haber prestado ayuda continuada
para cimentar las bases de la construcción nacional,
muy especialmente en el establecimiento de sistemas jurídicos
y judiciales de los países CLV, esto es Camboya,
Laos, Vietnam, al igual que Mongolia y Uzbekistán.
Todos ellos habían experimentado dificultades en
sus procesos de democratización y transformación
en economías de mercado. Sin embargo, esta ayuda
constituye tan sólo una fracción de lo que
supone la ADD. Si desconocen todo lo que esto implica, únicamente
se debe a nuestra falta de difusión y a que no hemos
sido capaces de transmitir nuestro mensaje. Permítanme
mencionar una cosa más a este respecto. Me gustaría
informarles sobre cómo Japón influyó
durante la última fase de la Guerra Fría,
destinando grandes cantidades en concepto de ayudas financieras
a los países de Europa del Este.
Era el verano del año 1989 y el Muro de Berlín
aún no había caído, pero día
a día se intuía con más certeza el
desenlace de los acontecimientos. En aquel momento, el Gobierno
de Japón aprovechó la oportunidad que se presentaba
con la Cumbre de Lyon para presentar la propuesta de prestar
ayuda financiera a gran escala a Polonia y Hungría.
El mes de enero siguiente, inmediatamente después
de la caída del Muro, el entonces Primer Ministro
Japonés, Toshiki Kaifu, realizaba un viaje a Berlín
en donde anunció una serie de medidas para conceder
ayudas financieras a Polonia y Hungría por un total
de 1950 millones de dólares, que equivalen a más
de 280.000 millones de yenes, materializando así
la promesa.
En
Bosnia y Herzegovina, durante las últimas semanas
del conflicto en 1995, Japón se comprometió
a repartir 500 millones de dólares en concepto de
ayuda financiera. Después de la de Estados Unidos,
ésa era la segunda contribución bilateral
más elevada, lo que causó una enorme sorpresa
y un interrogante: “¿Por qué Japón
tiene que realizar ese esfuerzo?” Sin embargo, al
parecer hoy día se dice que “la ayuda prestada
por Japón ha sido la más útil de todas”.
Si
esto no fue ya caso de “diplomacia de los valores”,
díganme ustedes, ¿qué fue entonces?
Japón tiene un historial digno de elogio que demuestra
su compromiso con el establecimiento de un “arco de
libertad y prosperidad”. Este compromiso ha existido
desde mucho antes que nadie expresara de manera explícita
con palabras este concepto.
También
considero dignos de mención los logros de Japón
en Asia. De 1997 a 1998, Corea y los principales países
de la ASEAN experimentaron una crisis común de divisas
de manera simultánea. En aquella época, Japón
pasaba por la peor fase de la recesión deflacionista.
Sin embargo, en octubre de 1998 Japón concedió
una ayuda financiera a estos países por un valor
que ascendía a un total de 30.000 millones de dólares,
es decir, más de 4 billones de yenes, de los que
Corea recibió 8400 millones, Indonesia recibió
3000 millones, etcétera. Han transcurrido aproximadamente
diez años desde entonces y nos encontramos con que
tanto Corea como los países de la ASEAN se han convertido
en los paladines del “arco de libertad y prosperidad”.
En otras palabras, este nuevo eje para nuestra diplomacia
al que hoy me estoy refiriendo, no es en realidad nada nuevo
para Japón. De hecho, no consiste más que
en poner nombre a los logros diplomáticos que, uno
a uno, Japón ha ido forjando a la perfección
en esta zona del mundo durante los últimos 16 ó
17 años, además de darle un nuevo posicionamiento
dentro del conjunto de nuestra diplomacia.
Dicho
esto, si no ponemos un nombre como ése, apenas podremos
ser conscientes del profundo significado de nuestras acciones.
Todas las políticas carentes de nombre son pronto
olvidadas por el público en general, ya sea el de
nuestro país o el de otros países. Por ello
es de crucial importancia poner un nombre, renovar nuestra
conciencia acerca de esta realidad y etiquetar nuestra diplomacia
con un nombre claro. Esto es en realidad, lo que constituye
el verdadero y “novedoso” aspecto de este nuevo
eje diplomático que he descrito a lo largo del día
de hoy.
La
“Cumbre CLV-Japón” y la “Reunión
de Ministros de Exteriores del CLV y Japón”,
el “Diálogo Asia Central + Japón”,
así como los diálogos con el “Grupo
de Visegrado”, o el grupo “V4”, formado
por la República Checa, Hungría, Polonia y
Eslovaquia, son algunos de los principales encuentros que
se han mantenido hasta la fecha. Japón considera
de una importancia fundamental forjar una relación
de diálogo con estos grupos, haciendo que estos encuentros
sean habituales y esforzándose por desarrollar plenamente
el potencial de aquellos que ya se celebran de forma continuada,
ante todo asegurando que los encuentros con los países
más importantes se celebren con la suficiente periodicidad.
A nivel bilateral, Japón ya ha comenzado este proceso
con Afganistán.
En
esos momentos, lo más acertado para poder forjar
estas relaciones es confiar en que el profundo conocimiento
que sobre Japón tienen los países vecinos
sirva, por así decirlo, de punto de apoyo. Algunos
ejemplos que tengo en mente son los de Turquía, que
atesora una mina de conocimientos sobre Próximo Oriente
y Asia Central, además de Polonia, país en
el que se puede confiar para entender a Ucrania.
Polonia,
país que todavía no he tenido la suerte de
poder visitar, aunque sí lo hizo el anterior Primer
Ministro, Junichiro Koizumi, que realizó una visita
en agosto de 2003 y quedó encantado al descubrir
que Polonia es mucho más que el país de Chopin.
Tras la concesión del Premio Kyoto de manos del Dr.
Kazuo Inamori de la Corporación Kyocera, Andrzej
Wajda, el renombrado director de películas como Cenizas
y Diamantes, destinó el dinero del premio a la creación
del Centro Manggha de Arte y Tecnología Japoneses
en Cracovia. La palabra manggha del nombre del Centro no
se refiere a otra cosa que a los Hokusai Manga, y el propio
Centro alberga obras de Ukiyo-e (grabados japoneses) que
habían conmovido al joven Wajda y que fueron adquiridas
a diferentes coleccionistas. Es verdaderamente asombroso
ver hasta qué punto el manga japonés moderno
se ha popularizado en la Polonia actual. En mi propia colección
de manga, me honra poder contar con una copia de la versión
polaca de Inu Yasha, que fue un regalo del Ministro de Asuntos
Exteriores de este país.
Actualmente,
en Polonia existe una universidad que contiene el nombre
de “Japón”. Se trata del Instituto Polaco-Japonés
de Tecnología de la Información. Esta Universidad,
en cooperación con el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD), ha recibido una ayuda económica
de Japón que asciende a un total de 350.000 dólares
que se han utilizado para la financiación del programa
“Transferencia de Tecnologías de la Información
a Ucrania”, cuyo objetivo consiste en establecer un
sistema de aprendizaje a distancia mediante la utilización
de tecnologías de vanguardia.
En
otras palabras, esperamos incrementar nuestra cooperación
con países que tengan un profundo conocimiento de
Japón y que se encuentren en una situación
privilegiada geográfica y culturalmente para prestarles
ayuda estratégica y con un futuro prometedor dentro
del “arco de libertad y prosperidad”. La cooperación
con países que se encuentran en esa situación,
como es el caso de Polonia, ha demostrado ser sumamente
valiosa.
Muchos
países del antiguo bloque socialista, como Polonia,
Hungría y las tres Repúblicas Bálticas,
se adhirieron a la Unión Europea en mayo de 2004.
Tras la adhesión, estos países experimentaron
una transformación repentina, dejando de ser naciones
receptoras de ayuda para convertirse en países emisores
de ayuda. Dado que el “arco de libertad y prosperidad”
se extiende hasta el Mar Báltico, para que no se
produzca ningún tipo de brecha dentro de esta franja,
es esencial contribuir a que haya estabilidad dentro de
las denominadas naciones del “GUAM”, es decir
Georgia, Ucrania, Azerbaiyán y Moldavia.
Esta
conciencia fue lo que unió hace un año a Ucrania,
Georgia, Lituania y Rumanía para constituir la Comunidad
de la Elección Democrática o CED. El objetivo
de esta Comunidad es sencillamente dotar a la región
del Mar Báltico-Mar Negro y a la zona del Mar Caspio
de unas raíces democráticas más sólidas
en la misma región en la que he imaginado el “arco
de libertad y prosperidad”.
Japón
considera que se deben de fomentar tantas oportunidades
de contacto como sea posible con los países de la
CED así como con las naciones del GUAM. Para reiterar
un asunto que he planteado anteriormente, consideramos que
en estos casos es mejor procurar toda la cooperación
posible con los países que puedan asociarse con Japón.
Asimismo, Japón está trabajando actualmente
para incrementar sustancialmente el número de sus
delegaciones en el exterior, al igual que el de sus diplomáticos,
como parte de las actividades que lleva a cabo para reforzar
su eficacia diplomática. Japón no dispone
de lo que yo actualmente consideraría como unas representaciones
diplomáticas satisfactorias dentro de los países
de la GUAM mencionadas antes, ni tampoco en otras determinadas
regiones, y es imprescindible que aumentemos su escala lo
antes posible.
Para
finalizar, me gustaría apuntar algunas ideas. Si
parodiamos un poco el verso del poeta inglés Kipling
que decía: “East is East, and West is West,
and never the twain shall meet” (“Oriente es
Oriente, y Occidente es Occidente, y nunca los dos se encontrarán”),
podemos decir algo así como que Oriente y Occidente
no tienen muchas oportunidades de encontrarse entre sí.
Sin embargo el pasado mes de mayo, cuando me encontraba
en Bélgica visitando el Cuartel General de la OTAN
en Bruselas, pronuncié un discurso con bastante calado.
En resumen dije que las Fuerzas de Autodefensa de Japón
y la OTAN dispondrán, con toda seguridad, de la oportunidad
para ampliar el campo de cooperación en todo lo relacionado
con la prevención de conflictos y la consolidación
de la paz en el mundo. Para anticiparnos a esto, mi propuesta
consistía en establecer una estrecha colaboración
que comenzaría en un futuro inmediato. Y así,
Oriente se dirige hacia Occidente y Occidente hacia Oriente.
Con las alas extendidas dispuestas para volar, ya no resulta
extraño ver a Japón y a la OTAN trabajando
estrechamente, llevando a cabo actividades en distintos
lugares desde el Océano Índico hasta Afganistán.
Hoy
me he dirigido a ustedes para hablarles del entusiasmo de
Japón por forjar un “arco de libertad y prosperidad”
alrededor del borde exterior del continente eurasiático,
a través de una diplomacia que haga hincapié
en los valores. Cuando se trata de valorar la libertad,
la democracia, el respeto a los derechos humanos y al estado
de derecho, Japón no es inferior a ningún
país. Me agradaría mucho que Japón
se dedicara durante la primera mitad del siglo XXI a tratar
asuntos acordes con los tiempos junto con otros países
que comparten las mismas opiniones. Desde luego, incluiría
a Estados Unidos, así como a Australia y muy probablemente,
cada vez en mayor medida, a la India, y a los estados miembros
de la UE y la OTAN, entre otros.
Ahora
bien, si llegados a este punto piensan que de nuevo Taro
Aso está contando fábulas, permítanme
que les deje con dos últimas ideas. La primera es
que ustedes pueden llegar a pensar que todo esto no es sino
una fábula, pero casi siempre toda visión
verdadera comienza pareciendo una mera fábula y lo
que la diplomacia japonesa necesita es una visión.
Por
ello, quiero señalar como segundo y último
asunto antes del cierre, que la visión de la diplomacia
japonesa es también la visión del pueblo de
Japón. Es decir, se trata de una visión que
cada japonés pueda respetar y de la que se pueda
enorgullecer. Una de las funciones de la diplomacia es fomentar
entre los ciudadanos un sentido bien fundamentado de tranquilidad,
realismo y autoestima. Como Ministro de Asuntos Exteriores,
trato de encontrar una diplomacia que genere entusiasmo
y confianza entre los ciudadanos japoneses. Por este motivo,
espero seguir realizando comentarios que susciten esa energía
y confianza. Permítanme concluir hoy aquí
con esta idea.
[Fin]