EXPERIENCIA EN JAPON: Lara Jensezian y Pedro Marotta

 

En el marco del “MERCOSUR Young Leaders Invitation Program”, organizado por el Ministerio de Asuntos Exteriores del Japón, entre el 5 y el 16 de diciembre de 2004 visitamos este milenario país. El objetivo del programa fue el de estrechar los lazos económicos entre Japón y MERCOSUR.


Quisiéramos iniciar este breve relato de unos 11 días magníficos vividos en diciembre del año pasado en Japón brindando un enorme agradecimiento. Los agradecimientos suelen ir al final, pero queremos hacer una excepción en esta oportunidad para dar las gracias a todos los que hicieron posible esta experiencia. No haremos una enumeración detallada porque como señalaba Borges: “lo que sobresale de las listas son las ausencias”.


Simplemente queremos mencionar la labor del personal de enlace de la Embajada del Japón en Argentina; a la Subsecretaría de Integración Económica en donde nos desempeñamos, a nuestros compañeros y amigos de la Dirección del MERCOSUR que nos consideraron para realizar este viaje; a las personas que en Japón nos asistieron durante ese lapso; y, por supuesto, a nuestras familias y su apoyo incondicional, esencial para emprender este viaje.

 

El programa se desarrolló de manera impecable, con una intensa agenda de reuniones, que en todo momento contó con una esmerada y sincronizada organización, la cual nos permitió visitar los principales sectores tanto públicos como privados del Japón, relacionados al campo económico comercial, sin descuidar las visitas culturales y los aspectos académicos.

 

Nuestra agenda se inició en la sede de la Cancillería y comprendió tanto visitas a las principales agencias gubernamentales, tales como a la JETRO (Japan External Trade Organization); al Ministerio de Economía, Comercio e Industria; a la Aduana de Yokohama; a la JICA (Japan International Cooperation Agency), como también a destacadas instituciones del sector privado, tales como la Federación de Industrias del Japón (Keidanren), la Cámara de Comercio e Industria de Tokyo, la JBIC (Japan Bank for International Cooperation), entre otros. El programa se completó con una visita a la planta de Toyota, un impactante recorrido por el Museo de la Paz de Hiroshima y la cálida apreciación de los más tradicionales ámbitos culturales de la bella Kyoto, sin dejar de mencionar el colorido espectáculo que nos brindaron en el teatro Kabuki. La visita culminó con la reunión que mantuvimos con el Embajador Arima, en la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores del Japón.

 

El grupo que junto a nosotros participó de este Programa, se completaba con tres representantes del Brasil, uno de Paraguay y uno de Uruguay. La convivencia y relación del grupo resultó muy fructífera y rica, dada la heterogeneidad de los integrantes.

 

 

IMPRESIONES PERSONALES

Lara Jensezian


La designación para participar del Programa resultó todo un desafío, tanto en el plano personal-familiar como en el campo profesional. La posibilidad de conocer un país tan lejano en la geografía generó en mi una enorme atracción y los preparativos del viaje incluyeron una tarea de difusión del Japón en mi entorno más íntimo.

 

Así fue que mi hijo de 3 años aprendió rápidamente el destino que por dos semanas acogería a su mamá, desde reconocer la bandera de Japón hasta quedar impactado tanto con los aspectos tradicionales (historias de samuráis y emperadores orientales) como con las más modernas expresiones (el shinkansen-tren bala, la tecnología), pasando por una breve explicación sobre las diferencias geográficas entre Japón y Argentina. Antes de partir al otro extremo del planeta, dejé en casa una enorme cartulina con cada día del itinerario y numerosas fotos de Japón, como una manera de compartir el viaje con la familia.

 

Desde el primer momento que llegamos, todas las distancias se borraron. Una amable guía de habla hispana nos acompañó durante toda nuestra estadía, y con el correr de las horas, y gracias la calidez y hospitalidad de este pueblo maravilloso, me sentí muy a gusto, como en casa. La sonrisa tranquilizadora de la gente y su natural actitud de ayudar al prójimo generaron en mí una sensación de cercanía difícil de explicar, a pesar de las visibles diferencias.

 

Ciertamente, el principal valor del Japón está en su gente, en su respeto y disciplina, cualidades que explican el admirable desarrollo del Japón en los últimos 50 años. Es que justamente creo que esas cualidades también permitieron que Japón pudiera explotar y transformar sus pseudolimitaciones, como de espacio o de recursos naturales, en el desarrollo y construcción de un sofisticado y moderno país del ultradesarrollo.

 

Uno de los aspectos que quisiera resaltar es la profunda conexión que tienen los japoneses (y en general las culturas orientales) con la sabia madre naturaleza, a veces olvidada en nuestras sociedades occidentales. Desde el shintoísmo hasta el más pequeño de los espacios públicos manifiesta su respeto y tributo a la naturaleza, como fuente de aprendizaje, inspiración y belleza.

 

En este punto quisiera recordar las lecciones del Jardín de Piedras que visitamos en Kyoto, en el cual ningún ángulo de vista fijo permitía contar la cantidad de piedras instaladas en él. El mensaje era algo así como aceptar las imperfecciones del mundo sin pretender una omnicomprensión del mismo, sin poder alcanzar la “verdad absoluta”. Esto me recordaba aquella frase de que “el hombre es un ser finito con ambiciones infinitas”.

 

Y justamente la devoción japonesa por la belleza se ve reflejado en la meticulosa preservación de la armonía, en todos los aspectos, tanto en los colores como en las proporciones. Japón es un espectáculo para los sentidos, una infinita fuente de belleza visual. Creo que el hecho de visitar Japón en otoño hizo que la paleta de colores tuviera esa sensilbilidad y melancolia típica de la estación.

Además, en Japón aprendí que las personas pueden cultivarse observando las virtudes de las más diversas especies. Caso emblemático, el hecho de poder profesar más de un culto, hace que los japoneses puedan disfrutar adorando a los dioses del shintoísmo, sin dejar de venerar a Buda y aprender de sus lecciones, como así regocijarse con el espíritu navideño que nos brinda el cristianismo. Todo un sincretismo japonés.

 

Ciudad por Ciudad

Tokio: maravillosa y sofisticada metrópolis. Recorrer la ciudad resultó una experiencia inolvidable. Su cuidada organización e impactante arquitectura junto a la extrema pulcritud de los espacios públicos fueron las primeras características que atrajeron mi atención. Una admirable educación vial y ciudadana que hacen que esta ciudad capital de millones de habitantes funcione como un relojito (claro que japonés!)

Además el programa incluía la asistencia a una función del teatro kabuki, del cual quedé encantada, ya que me permitió apreciar distintas fases de la vida cotidiana del Japón tradicional.

 

Hiroshima: un impacto al corazón. Renacida de las dolorosas cenizas del pasado reciente, esta ciudad es un canto a la vida. La visita al Museo de la Paz fue uno de los momentos más impresionantes de mi estadía en Japón. Conmovida hasta las lágrimas, apenas pude concluir el recorrido del museo. Todo lo que había leído y escuchado era poco comparado con lo que realmente había acontecido.

 

Kyoto: belleza y tradición, a flor de piel. Cuna del Japón ancestral, recorrer el Templo Dorado y sus jardines, admirar el antiguo palacio imperial y disfrutar de sus paisajes fue el momento de mayor empatía espiritual.

 

 

IMPRESIONES PERSONALES

Pedro E. Marotta


Indudablemente, esta corta pero rica experiencia en el país más distante de Argentina ha dejado y dejará una marca en mi persona, tanto en lo personal, como en lo espiritual y en lo profesional.

 

Japón queda, efectivamente, en las antípodas: a doce horas de distancia en longitud y en el hemisferio norte; donde Tokio se ubica en una latitud similar a la de Buenos Aires (aunque parece que hace mucho más frío que aquí). Esto indica que el viaje sería mucho más corto a través del centro de la tierra y que evidentemente el viaje sobre la superficie resulta agotador, pero este pequeñísimo sacrificio está plenamente justificado.


Esta distancia implica también la existencia de enormes diferencias culturales e históricas. Resulta obvio que, aún cuando se encuentra muy “occidentalizado”, Japón no puede dejar de ser un destino exótico. No obstante estos contrastes, la calidez de su gente permite superar cualquier barrera idiomática o de costumbres y recordar las viejas virtudes de nuestro pueblo, máxime en el interior del país.

 

Es cierto que hay situaciones en las que se producirán sorpresas como: la primera vez en que la mesera de un restaurante tradicional, antes de dirigirse a mi, se arrodilló rapidamente por respeto (pensé que había tropezado! y demoré en reaccionar) o cuando le cedí el paso a una señora al salir del ascensor y su marido me agradeció y salió primero mientras la mujer lo sigue a cierta distancia dando pasitos muy cortos.

 

También es cierto que la comida es bastante diferente, incluso de aquella que se vende como “japonesa” en Buenos Aires. La relación con la naturaleza es otra y está regida por reglas muy claras: respetarla y aprovecharla al máximo pero modificándola lo mínimo indispensable y no deteriorándola nunca, la acción del hombre debe buscar embellecerla y otorgarle un contenido estético en todas sus dimensiones sin, valga la redundancia, desnaturalizarla. Por ello, la cocina está pautada por estas reglas y es un deleite para todos los sentidos (no solo el gusto o el olfato, la vista es un componente muy importante del ritual gastronómico: “se come mucho con los ojos!”).

 

El tiempo tiene dimensiones e influencia distinta en la vida y en la idiosincrasia de la gente. No hacer cinco cosas a la vez pero mal sino una pero muy bien es la regla y, sobre todo, disfrutar profundamente de lo que uno está haciendo en el momento en que lo está haciendo. El disfrute de lo cotidiano es destacable en casi cualquier actividad.

 

Las grandes obras. La sofisticada arquitectura. La limpieza y el cuidado de los espacios. La impresionante organización y la inteligencia aplicada en cada objeto es otra cosa que debe señalarse. La cordialidad del japonés que siempre está dispuesto a ayudar al “gayjin” (extranjero) es impresionante y muy similar - e incluso superior - a la de los pueblos latinos. La consideración del prójimo y la regla de no trasvasar límites en la relación con el otro hacen que se pueda confundir con timidez algo que representa un verdadero y profundo respeto por lo ajeno. Lo público es de todos y no de nadie y solo por eso debe ser cuidado mucho más que lo propio.

 

Cerrando estas impresiones sobre Japón debo decir que la experiencia es irreemplazable por cualquier cosa que se pueda leer acerca del país y su cultura. Japón no admite traducción al español y lo máximo que puede hacerse cuando uno está allí es ver el “reflejo” propio o de nuestro país en ese tan ornamentado “espejo” japonés.


EL VÍNCULO MERCOSUR-JAPÓN

El vínculo del MERCOSUR con el Japón aún es tenue, no obstante, lejos de ver esto como disvalioso, cabe señalar el enorme potencial que presenta esta inevitable relación.
Japón, luego de alrededor de 12 años de recesión, se encontró frente a una encrucijada seria, el modelo que había adoptado y que sirvió a su desarrollo en la posguerra dejó de ser, en alguna medida, atractivo. Ese modelo se apoyaba en la protección de su agricultura y en las negociaciones multilaterales en el ámbito de la OMC.


Hoy, en cambio, acaba de cerrar un acuerdo bilateral con México que entrará en vigencia en estos días y que cuenta con un capítulo agrícola. Esto implica un viraje drástico, máxime visto desde la perspectiva japonesa donde el respeto a una tradición es lo más importante que un pueblo puede tener.
Estos cambios en la política japonesa, e incluso este acuerdo que ha cerrado con México, son muy auspiciosos y significativos para el MERCOSUR que es la mayor región exportadora mundial de agroalimentos. Estos cambios son los pilares donde se irá apoyando el puente que nos unirá.


El MERCOSUR ha mantenido un relacionamiento externo más nutrido por la propia dinámica del “regionalismo abierto”, hoy está negociando o ha cerrado acuerdos con unos 20 países o grupos de países y se están reactivando favorablemente las negociaciones en el marco del ALCA y con la UE.
Dentro del MERCOSUR ha sido Brasil el que ha tenido mayores lazos con el Japón y cuenta con la mayor colonia de nikkeis (inmigrantes) de ese país. En Argentina la colonia es mucho menor pero no menos significativa.


Tanto el MERCOSUR como Japón tienen muchas cosas que ofrecer y muchas necesidades que pueden ser satisfechas profundizando las relaciones entre nuestros pueblos. Claro que hay que tener paciencia, pero como “Roma no se construyó en un día”, todo parece augurar que los próximos años serán muy significativos para ambos y que esta experiencia que hemos vivido es un eslabón que se ensambla en un proceso mucho mayor.

 

CONCLUSIONES

La manifiesta complementariedad comercial de nuestra región con el Japón y la renovada actitud de ese país respecto de los acuerdos bilaterales y su política agrícola abren un nuevo marco para las relaciones mutuas que debe ser aprovechado en el menor plazo posible.


La complementariedad cultural de nuestros pueblos y las similitudes y contrastes de nuestras costumbres hacen aún más atractivo cualquier acercamiento.


Muchos de los valores japoneses que hacen a su estilo de vida son compartidos, con matices, por nuestras sociedades y han demostrado ser muy positivos en la relación del hombre con los demás individuos y con su entorno natural.


Ciertamente, y sin faltar a la verdad, a pesar de todo lo que habíamos leído sobre Japón, no conocíamos casi nada de ese país y estamos convencidos de que esta visita favorece los trabajos que llevamos a cabo en el proceso bilateral de acercamiento ya que desarrollar y profundizar el conocimiento mutuo entre nuestros países, resulta necesario e indispensable para un fructífero relacionamiento.

 

*Se deja constancia que todas las opiniones expresadas en el informe partenecen a sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista o políticas del Gobierno Argentino.